12.3.18

un disco que no puede faltar en nuestro catálogo cabezón:


Bronca Buenos Aires | 1971

Los argentinos hemos sufrido demasiadas dictaduras cruentas, que por cierto no comenzaron en 1976 sino mucho antes, ya en 1930. Y yo jamás he sido capaz de soportar menoscabo a mi libertad, a nuestra libertad; no reconozco en nadie - absolutamente en nadie – autoridad moral y/o intelectual para decirme lo que debo o no debo pensar, hacer o decir en el momento en que se me ocurra. Rechazo con todas mis fuerzas toda clase de dogmatismo y me considero un “libre pensador”.

Cuando ya creíamos que volvíamos lentamente al pleno goce de la libertad, durante el gobierno de Illia y a pesar de que todavía persistían proscripciones políticas (al peronismo) se produjo el golpe de estado encabezado por el Gral. Onganía.

Mi rabia y mi enojo por el brutal y mesiánico avasallamiento ejercido tan irracionalmente eran incontenibles. Como un verdadero “kamikaze” despotricaba contra la dictadura en cuanto reportaje periodístico, radial o televisivo tenía la oportunidad de expresarme.

Precisamente en un programa de Televisión tuve el privilegio de participar junto a una figura que imponía un respeto inmenso: el gran escritor e ideólogo político Arturo Jauretche, creador del grupo “Forja”. Fue él, quien con palabras muy fuertes, muy sabias, me incitó enfáticamente a traducir en Música eso que pensaba. Compuse, estrené y grabé mi primer Obra, mi primera Suite, “El Grito”. No tenía texto, era solo música, a pesar de lo cual produjo un fuerte impacto que se tradujo en grandes notas periodísticas.

El despotismo militar siguió acentuándose y fue creando las condiciones sociales para una fantástica asonada popular que se conoció como “el Cordobazo”, que derrumbó de un plumazo al gobierno, pero no logró terminar con la dictadura, que continuaría por varios años más. Por segunda vez me sentí profundamente conmovido y decidí escribir otra obra, esta vez con un texto que reflejara con palabras aquello que sentía. Tuve la fortuna de contar con un joven periodista y fantástico escritor y poeta como José Tcherkaski, que se sumó apasionadamente a la idea.

En aquellos años de furibunda rebeldía (1968-70) yo estaba haciendo “eso” que se llamaba Jazz de vanguardia (Free Jazz, la escuela creada por Ornette Coleman) con tres colegas, amigos de muchos años y admirados como artistas: Fernando Gelbard, el “Chivo Horacio Borraro (saxo tenor) y Carlos “Pocho” Lapouble (batería). Ellos, al igual que yo, estaban imbuidos de una rebeldía y creatividad rayana en la locura. Éramos cuatro individuos tocando con absoluta libertad, pero con una coherencia, con un discurso grupal tan preciso, que de entrada supe que utilizaría ese formato como un “grupo concertante” dentro de la Obra. Así es que el Cuarteto y el relato de José Tcherkaski fueron el núcleo creativo sobre el cual instrumentar una importante Orquesta completa de Jazz más el agregado de un Coro mixto.

Esa “masa” orquestal estuvo integrada por figuras de renombre, por músicos con una muy prestigiosa trayectoria. Ante mi imposibilidad de tocar y dirigir al mismo tiempo, el trabajo de la dirección lo delegué en mi hermano Oscar López Ruiz, creador de una gran cantidad de música para la Cinematografía y durante casi 25 años integrante de los grupos del gran Astor Piazzolla. Todo dicho.

Encarar, producir y finalmente realizar esta obra en la Argentina, en el Buenos Aires de aquellos años fue una epopeya artística y económica. Durante muchos años - y gracias a esa espantosa y sangrienta dictadura militar que nos cubrió de luto - estuvo prohibida, de la misma manera que “El Grito”. Ni que hablar de la continuidad de “Bronca Buenos Aires”, “Coraje Buenos Aires”, cuyos masters fueron quemados en la RCA de aquel entonces por miedo a represalias mayores.

Hoy, “Bronca Buenos Aires”, a un poco más de cuarenta años, ha recuperado definitivamente su libertad.

Y gracias a los esfuerzos de mi amigo y “compinche” en estas “aventuras musicales” Fernando Gelbard – a través de su sello LiquidJazz - ha sido reeditada nuevamente para todo el orbe.

Jorge López Ruiz