Ustedes no son dioses. Ustedes no son infinitamente buenos, infinitamente misericordiosos. Tengo, sin embargo, la certidumbre, sin que les atribuya cualidades que quizá no poseen que, si estaba en vuestro poder, sin que ello les costase un esfuerzo penoso, sin que de ello resultase para ustedes ni perjuicio material, ni perjuicio moral, si, digo, estaba en vuestro poder, en las condiciones que acabo de indicar, de evitar a uno de vuestros hermanos en humanidad, una lágrima, un dolor, una prueba, tengo la certidumbre de que lo harían. Y, sin embargo, vosotros no son infinitamente buenos, ni infinitamente misericordiosos.
He probado que, como creador, seria inadmisible, imperfecto, inexplicable; he establecido que, como gobernador, sería inútil, impotente, cruel, odioso, despótico; he demostrado que, como justiciero, sería un magistrado indigno, violador de las leyes esenciales de la más elemental equidade.
