The Pursuit of Happyness, de Gabriele Muccino | 2006
En el programa de Oprah Winfrey, Smith dijo que si Estados Unidos era «una idea tan grande» es porque era «el único país del mundo en el que Chris Gardner podría existir». Pero Smith olvidaba mencionar que casos como el de Gardner son, en realidad, tan excepcionales en Norteamérica como lo son en el resto del mundo. Ignoraba, quizás, que Estados Unidos es uno de los países con más desigualdad social, con una de las tasas de exclusión más elevadas, y donde el ascenso social y económico, mucho más la riqueza, son enormemente difíciles para la gran mayoría de la población. Smith también eludía mencionar que Estados Unidos es uno de los países donde más arraigada está la creencia de que los triunfadores y los perdedores son los únicos responsables de su éxito o su fracaso - una concepción meritocrática que también ha ido cobrando fuerza en el resto de países occidentales, donde se aprecia una creciente tendencia entre los ciudadanos a pensar que cada cual tiene lo que se merece, independientemente de cualquier otra consideración social, económica o circunstancial. La película es un ejemplo muy ilustrativo de esta creencia: presenta a Gardner como la quintaesencia de la persona hecha a sí misma y su vida como una especie de lucha social-darwinista por el ascenso social que acaba con el mensaje fundamental de que la meritocracia funciona porque el esfuerzo personal, el optimismo y la tenacidad siempre son recompensados.
El éxito de la película hizo que en los años siguientes
Christopher Gardner se convirtiera en una celebridad. Dio cientos de
entrevistas em las que compartía su secreto para alcanzar la felicidad,
explicando por qué en el título de la película la palabra «happyness» está
escrita con i griega en lugar de con i latina: «La y sirve para recordarte que
eres tú [YOU] y que es tu [YOUR] responsabilidad lograr que tu vida sea como tú quieras. No va a llegar el séptimo de
caballería a ayudarte. Tienes que ser tú». De bróker de éxito a orador
motivacional, Gardner dijo haber encontrado su verdadera misión en la vida:
enseñar a la gente que el secreto de la felicidad residía en el poder de las
personas para convertir la adversidad en una oportunidad para crecer y
triunfar. Nombrado embajador de la felicidad de la AARP (American Association
of Retired Persons) en 2010, una organización sin ánimo de lucro con más de
cuarenta millones de afiliados en todo el mundo, Gardner transmitia un sencillo
e inspirador mensaje: igual que el yo puede moldearse, elaborarse y
transformarse mediante la fuerza de voluntad y las técnicas apropiadas, también
la felicidad puede construirse, enseñarse y aprenderse, sin importar quién y
cuáles fueran sus circunstancias.
El
mensaje de Gardner, no obstante, era cuando menos paradójico. Al mismo tiempo
que proclamaba que la felicidad dependía «de TI, de TU responsabilidad, y nada
más», afirmaba que eran necesarios expertos como él que instruyeran a la gente
sobre qué es eso de la felicidad y en cómo conseguirla. Gardner quedaba así
atrapado en la eterna contradicción del mito de la reinvención personal: que la
persona que se hace a sí misma, a fin de cuentas, necesita instrucciones y guías
que le indiquen cómo debe hacerse a sí misma. El mensaje de Gardner tampoco era
nada nuevo. Al contrario, procede de una tradición popular e ideológica no tan
larga pero sí muy extendida que alimenta un mercado global de biografías sobre
la transformación personal, la redención y el triunfo individual; una suerte de
«pornografia emocional» destinada a conformar la mirada de la gente sobre sí misma
y sobre el mundo que la rodea. Los relatos biográficos com intención de
instruir en lo que uno debe hacer para ser feliz han sido una constante en la
cultura popular americana, desde Samuel Smiles en la década de 1850 hasta Oprah
Winfrey en la de 1990, pasando por Horatio Alger a finales del siglo XIX y
Norman Vincent Peale en la década de 1950.
Edgar C. e Eva I.